El valor de la comunidad docente: experiencia en el Congreso Nacional de Docentes

La vocación docente va más allá de impartir conocimientos. Implica acompañar procesos, tender puentes entre el aula y el mundo profesional, y asumir la responsabilidad de formar personas con sentido crítico y propósito. Participar en el Congreso Nacional de Docentes de Tecmilenio reforzó esta convicción y abrió un espacio de conexión profunda con otras maestras y maestros que comparten la misma pasión por transformar la educación desde el bienestar.

Aunque mi labor como consultora y capacitadora en el ámbito empresarial ocupa una parte importante de mi trayectoria profesional, la docencia se ha convertido en un eje fundamental de lo que soy. Enseñar representa un punto de encuentro entre la teoría que se comparte en clase y la práctica que el estudiantado vivirá en su vida profesional. Esa conexión constituye uno de los grandes valores que, como comunidad docente de Tecmilenio, se impulsa todos los días.

Con el tiempo, también he tomado mayor conciencia de que la labor docente trasciende lo académico. Cada clase es una oportunidad para impactar vidas, para mostrar que la educación no solo brinda herramientas profesionales, sino que también forma personas íntegras. Esta visión ha sido clave para alinear mi práctica docente con mi propósito de vida.

Durante el pasado mes de octubre, el Congreso se convirtió en una de las experiencias más significativas de mi carrera. Aproximadamente el 10 % del personal docente a nivel nacional fue seleccionado para participar de manera presencial, tras recibir reconocimientos de estudiantes y del equipo en campus. Esto, además de un honor, representó una gran responsabilidad, sobre todo al compartir espacios con equipos que, en muchos casos, solo se conocían de forma.

Uno de los momentos más relevantes fueron las Sesiones de Indagación Apreciativa. En estos espacios, la comunidad docente fue escuchada de forma activa, compartió ideas, imaginó soluciones y construyó escenarios de mejora para la labor educativa. La reflexión colectiva permitió identificar lo que ya funciona, lo que puede fortalecerse y los retos que aún permanecen.

Formar parte de este proceso generó una conexión más profunda con colegas y con la misión de Tecmilenio. El Congreso no se limitó a invitar a reflexionar sobre la educación, sino que abrió la posibilidad de participar en decisiones que orientarán su evolución. Representar la voz de la comunidad docente a nivel nacional reafirmó que lo que sucede en el aula tiene un impacto real y significativo.

El programa incluyó ponencias que aportaron herramientas y perspectivas clave. Uno de los temas que más resonó fue el uso de la inteligencia artificial como aliada profesional. La IA se abordó como un recurso para personalizar el aprendizaje, hacerlo más inclusivo y responder a las necesidades del estudiantado, siempre desde un enfoque ético y responsable. Esta reflexión abrió preguntas importantes sobre los desafíos que enfrenta la docencia en el futuro inmediato.

Otro eje relevante fue la integridad como valor en posiciones estratégicas. Este espacio recordó que la misión docente no se limita al conocimiento académico, sino que implica modelar valores, ética y compromiso. La coherencia entre lo que se enseña y lo que se vive sigue siendo una base esencial del ejercicio educativo.

La personalización y la diversidad de los estilos de aprendizaje fue otro tema central. Este tema me recordó que cada estudiante es único y que, como docentes, debemos ser capaces de adaptar nuestras metodologías para satisfacer sus diferentes necesidades. Personalizar el aprendizaje no solo mejora los resultados académicos, sino que también fomenta la confianza y el desarrollo integral de cada estudiante. 

Asimismo, se abordó la importancia de la retroalimentación continua y efectiva en entornos colaborativos. En contextos dinámicos, el feedback es una herramienta indispensable para el crecimiento profesional y personal, tanto del personal docente como del estudiantado.

Uno de los momentos más valiosos fue el encuentro con líderes, capacitadores y equipos de apoyo que sostienen el trabajo académico desde distintos frentes. Conocer a las personas detrás de los procesos administrativos y organizativos permitió dimensionar el esfuerzo colectivo que hace posible cada experiencia de aprendizaje. La formación del estudiantado es resultado de una red sólida que trabaja de manera articulada.

El Congreso dejó dos reflexiones centrales. La primera tiene que ver con la fuerza de la comunidad docente. La labor educativa no se ejerce en soledad; forma parte de un proyecto que trasciende el aula y apuesta por una transformación real. Compartir experiencias y aprender de otros potencia el impacto de lo que se construye día a día.

La segunda reflexión se relaciona con la innovación educativa. Innovar no se limita al uso de herramientas, sino a la capacidad de adaptarse, mejorar y conectar de forma auténtica con el estudiantado. Preguntar por el propósito de vida dentro del aula puede ser uno de los actos más innovadores, pues abre espacios de diálogo, reflexión y aprendizaje mutuo.

Más allá de los conocimientos adquiridos, el Congreso fortaleció la sensación de pertenencia. Escuchar historias, compartir inquietudes y reconocer objetivos comunes reafirmó que la enseñanza busca formar profesionales competentes y personas conscientes de su impacto en la sociedad.

Esta experiencia renovó mi compromiso con la docencia y confirmó que enseñar es una vocación que implica aprendizaje constante y crecimiento compartido. Ser parte de la comunidad de Tecmilenio significa caminar acompañada, con la certeza de que, desde el aula y en colectivo, se contribuye a construir un futuro más humano y con propósito, donde nuestros estudiantes no solo sean profesionales competentes, sino también mejores seres humanos en todos los aspectos. Hoy más que nunca, estoy convencida de que, como comunidad de docentes, tenemos el poder de cambiar el mundo, un estudiante a la vez.