Hace un par de días visité una tienda didáctica acompañado de mi esposa e hijo, a quienes les gusta ir a estos sitios a ver novedades.
Mientras esperaba a que cada uno diera la vuelta por la tienda, observé un pequeño cartel guardado detrás de una vitrina; parecía viejo y descuidado, como si no hubiera sido retirado de ahí desde hacía un tiempo.
Llamaron mi atención sus colores y, aunque era extremadamente simple, un acrónimo que, a mi gusto, guarda una lección importantísima. Decía más o menos así:
Piensa antes de hablar:
P: ¿es prudente?
I: ¿es inspirador?
E: ¿es edificante?
N: ¿es necesario?
S: ¿es sincero?
A: ¿es amable?
Inmediatamente vino a mi mente la relación que tiene cada pregunta con algunos fundamentos de la Psicología Positiva, en específico, las fortalezas de carácter, las emociones y las relaciones positivas. Minutos, horas y días después, reflexioné sobre cómo un simple acrónimo puede proporcionar desde lo indispensable para una relación, hasta el secreto para mantenerla y, sobre todo, la fórmula para lograr mayores y más nutritivas relaciones.
Para ello, primero tuve que pasar por un momento de autocrítica: ¿en cuántas relaciones pude construir una mayor comunicación (edificar) con las personas que compartieron momentos importantes conmigo o inspirando con mis palabras cuando las situaciones eran difíciles para ellos (tal vez habría ganado una muestra de cariño de un ser querido o desconocidos)?, ¿cuándo pude haber sido más amable con las personas que se acercaron a pedirme una moneda, y además de ayudarles, interesarme un poco en lo que pasan (tal vez pueda ayudarlos un poco más)?, ¿cuándo debí ser un poco más sincero y admitir que necesitaba ayuda, o que había cometido un error, y ser compasivo conmigo mismo (tal vez me habría ahorrado tiempo y dificultades innecesarias)?, ¿cuántas veces debí ser más prudente, callar y escuchar a la persona que intenta comunicarse conmigo, antes de tratar de demostrar mi punto en una discusión (tal vez habría ganado más amigos)?
Las preguntas siguieron y llegué a la conclusión de que no lo había hecho porque “no tuve tiempo”, y eso bastó para mitigar un par de emociones negativas que surgieron a raíz de darle vuelta a este asunto; esa fue la respuesta automática, como muchas otras que tengo para cerrar un tema y seguir con otro (aunque ni esté terminado el primero).
El asunto es que vivimos en un ajetreo constante que nos roba atención, entre pendientes reales e imaginarios, porque muchos de ellos aún ni suceden; y decimos que el problema es que “no tenemos tiempo”, pero la verdad es que sucede otra cosa: “no nos permitimos el tiempo” para actuar de forma consciente, sino al ritmo que nos toque el momento. Entre no tener y no permitirse hay un espacio justo para actuar y “darnos tiempo”.
Entonces, ¿qué hacemos? Si no existen fórmulas (aún) para crear tiempo, toca aprovechar el tiempo de forma consciente y positiva, que nos permita distinguir las oportunidades que guardan los momentos de forma recelosa como tesoros para los piratas que están dispuestos a dar el paso extra para encontrarlos. Debemos poner el freno y movernos a la velocidad de una vida que permita darnos un tiempo de reflexionar y sopesar opciones según nuestras fortalezas; dar valor, disfrutar y saborear las emociones que surgen de la interacción con otras personas; actuar en automático, nos conduce por la vía contraria.
Propongo lo siguiente. Qué te parece si complementamos la fórmula de pensar con la fórmula del tiempo:
T: ¿es tierno?
I: ¿es indulgente?
E: ¿es empático?
M: ¿es meritorio?
P: ¿es piadoso?
O: ¿es optimista?
Adaptemos las variables, acorde a nuestras fortalezas, e intentemos aplicarlas en nuestras relaciones. Por ejemplo: piensa en una forma creativa de mostrar cariño (tierno) o de halagar a una persona por un logro (meritorio); practica el perdón (indulgente) a quien te lastimó durante una discusión y busca comprender las circunstancias que lo llevaron a actuar de esa forma (empático); sé compasivo contigo mismo (piadoso) cuando experimentes un momento difícil y actúa en el momento (oportuno) para solucionar la circunstancia.
Detén el tiempo y piensa, seguramente los resultados serán distintos y te sentirás energizado, inspirado y motivado a seguir transformando tu mundo en un lugar mejor.
Yo comienzo el día de hoy.
Encuentra un tiempo en tu día para practicar positividad