En los pasados días se ha vuelto viral un artículo del New York Times que asegura que puedes enamorarte de cualquier persona con la que compartas un ejercicio de 36 preguntas. En español lo han reproducido los periódicos Milenio y El País, entre otros. Estas preguntas formaron parte de un experimento social en la que dos extraños tenían que contestarlas dentro del laboratorio del Dr. Arthur Aron, profesor de psicología de la State University of New York, en Stony Brook. El Dr. Aron diseñó estas preguntas hace veinte años para poder comprender mejor su tema de estudio: cómo se construye la cercanía y la intimidad en las relaciones, así como el modelo de expansión del ser que caracteriza a los vínculos amorosos.

 

Las preguntas no son mágicas, sino que responden al primer requisito para que exista una relación cercana: conocerse y dejarse conocer. El cuestionario presenta una oportunidad para que cada uno de los participantes reflexione acerca de diferentes momentos de su vida, sus aspiraciones, sus deseos. La lista invita a meditar acerca de temas a los que quizá no hemos dedicado tiempo, como qué significa la amistad (pregunta 20), qué características positivas buscas en una pareja (pregunta 22) o hacia qué aspecto de tu vida experimentas gratitud (pregunta 9).  Es decir, en primer lugar ayuda a reconocerse personalmente, para posteriormente compartirlo con la otra persona. 

 

 

Cuando queremos relacionarnos con alguien, generalmente buscamos dejar una buena impresión. Pero este deseo lleva en ocasiones a construir cuidadosamente una imagen que nos presente como alguien atractivo, deseable, simpático y triunfador. Una a una se van acomodando las máscaras, que alejan cada vez más la imagen de lo que es el yo auténtico. La lista de preguntas que propone el Dr. Aron no sólo anima a compartir los logros, lo que ha ido bien, sino también los miedos (pregunta 7), las decepciones (preguntas 10, 18), lo que ha sido vergonzoso (preguntas 29, 30). 

 

Otras preguntas responden a lo que la Dra. Shelly Gable y sus colaboradores llaman capitalización, que consiste en que el bienestar o satisfacción que sentimos cuando vivimos un evento positivo se incrementa cuando lo compartimos con alguien que nos escucha de manera atenta y constructiva. Entre las preguntas que favorecen esta experiencia para aumentar el bienestar están las referentes a la gratitud (9), los logros (15) y los buenos recuerdos (17).

 

 

Descubrir que el otro también tiene necesidades y problemas despierta en la mayoría de las personas una compasión genuina, el deseo de actuar con bondad o de ser solidario. La empatía es la respuesta emocional que surge al ver al otro necesitado de ayuda, al descubrir que también es vulnerable. Experimentar empatía es un primer paso a la cercanía, a la intimidad. Las preguntas 34, 35 y 36  pueden generar empatía.

 

Cuando nos enamoramos ocurre una expansión del yo: dejamos de pensar de manera individual y comenzamos a construir una nueva identidad: el nosotros. La instrucción número 25 señala:  Hagan tres enunciados verdaderos que empiecen con “nosotros”. De esa manera se motiva a los participantes a hacerse conscientes de la gratificante sensación de expansión del yo y de la posibilidad del surgimiento de una nueva identidad, de la posibilidad de formar una pareja y experimentarse “nosotros”. 

 

La última instrucción del ejercicio es mirarse mutuamente a los ojos por cuatro minutos, es decir, mirar y dejarse mirar. Las 36 preguntas son una guía, pero cualquier relación puede fortalecerse con el conocimiento propio y del otro, la expresión auténtica, la empatía, la capitalización y la formación de un nosotros. La cercanía no se consigue con regalos, sino con la escucha atenta y la expresión auténtica.