Aunque nos encontramos a mitad de ciclo escolar, iniciamos un nuevo año, lo que representa una gran oportunidad para comenzar el año con positividad, que es la práctica de emociones positivas.
Como docente, iniciar el año con alegría por reencontrarse con los alumnos, la esperanza por superar los próximos retos y objetivos, así como el orgullo por los logros obtenidos y pertenecer a la institución, son solo algunas formas en las que podemos practicar emociones positivas en nuestro día a día.
Estas tres emociones positivas, la alegría, la esperanza y el orgullo, tienen una relación especial con algunas características que definen los resultados académicos de los alumnos, como la auto-eficacia, el interés y esfuerzo académico, así como el desempeño en general (Pekrun et al., 2004). Además, la práctica de estas emociones otorga grandes beneficios personales a los alumnos: la alegría, como otras emociones positivas, es importante para construir vínculos sociales (Fredrickson 2001; Fredrickson & Braningan, 2001, citados en Pittinsky y Montoya 2016) y predicen actitudes y comportamientos positivos hacia otros (Pittinsky, Rosenthal, y Montoya, 2011b; Tam et al., 2008; en 2016); por su parte, alumnos con altos índices de esperanza son más optimistas, desarrollan objetivos de vida y se perciben a sí mismos como capaces de resolver los problemas que surjan (Snyder et al., 1997); finalmente, el orgullo es una emoción que resulta de los logros personales, al compartir los logros con otros, amplía el rango de comportamiento para imaginar incluso mayores logros en el futuro (Lewis, 1993, citado en Fredrickson 2001).
Ser líder educativo implica ser un modelo a seguir, por lo cual es importante promover, desde la propia actitud, el comportamiento y las expectativas hacia los alumnos, oportunidades en el salón de clase que generen un ambiente propicio en el cual, el alumno, experimente y cultive emociones positivas con los compañeros.
Por ejemplo: ¿Qué tal un salón donde predomine la alegría empática?
La alegría empática, de acuerdo con Pittinsky y Montoya (2016) es la experiencia combinada entre la toma de perspectiva y la alegría o felicidad resultante de dicha acción. En el contexto educativo, según el estudio realizado por los autores anteriormente citados, cuando el docente tiene una actitud empática hacia la alegría que expresan sus alumnos, los alumnos obtienen mejores resultados, incluso mejorando las actitudes en el grupo y grupos externos mediante un espiral virtuoso de empatía positiva. Para promover este tipo de emoción, el docente puede comenzar por expresar alegría cuando un alumno le comparte sus logros o algo que los hace felices, alentando así que ellos mismos repliquen la conducta con sus compañeros u otros grupos sociales, aunque no tengan una relación directa.
Eva (2017) indica una serie de sencillas acciones que puede seguir el docente para mantener una actitud positiva hacia sus alumnos, por ejemplo:
Por su parte, Wolk (2008) recomienda diversas estrategias para generar alegría en el salón mediante el trabajo que realizan los alumnos. A destacar las siguientes:
El docente puede facilitar que los alumnos experimenten la emoción de la esperanza utilizando estrategias cognitivas. Para ello, Zakrzewski (2012) recomienda las siguientes estrategias:
De acuerdo con Boynton y Boynton (2005), el orgullo que desarrolla un alumno lo ayuda a desarrollar su identidad, que en consecuencia dirige su comportamiento. El docente puede ayudar a los alumnos a sentir orgullo por sus logros a través de las siguientes estrategias (2005), a destacar las siguientes:
Por supuesto que estas acciones implican un esfuerzo adicional a la didáctica y la exposición de contenidos, pero con pequeñas intervenciones positivas cada día, podemos reforzar la relación docente-alumno a la par de mejorar la experiencia en clase para incrementar el interés y deseo de aprender de los alumnos, facilitar la colaboración, generar un clima dentro del aula que permita la expresión de emociones positivas que, a su vez, mejore las relaciones personales de cada alumno y se construya una comunidad de aprendizaje que florezca.
En otras palabras, permitir que el alumno disfrute la alegría de aprender en el presente, celebre los logros obtenidos en el pasado y guarde la esperanza de que su próxima clase será mejor.
Sin duda, esto facilitará la creación de espirales positivos que impacten la vida de los alumnos dentro y fuera del aula.