Blog Instituto de Ciencias de la Felicidad

La neurociencia de la felicidad

Written by Universidad Tecmilenio | Dec 29, 2017 12:15:14 AM

Aumenta tu bienestar:  Saborea la vida y deja atrás el resentimiento. 

El pasado mes de abril se dio a conocer el documento World Happiness Report 2015, que presenta los datos acerca del bienestar alrededor del mundo. El país con el mejor índice de bienestar en el mundo es Suiza. México se encuentra bastante bien posicionado, en el lugar 14 de un total de 158 países estudiados.

Una de las secciones de este informe está dedicada a explicar los avances de las neurociencias con respecto al bienestar. Aunque la principal medida de la felicidad es el reporte de bienestar subjetivo, es decir, el que informa uno mismo, Richard J. Davidson y Brianna S. Schulyer[1] muestran los avances que ha habido respecto a la observación del cerebro humano y diferentes condiciones de bienestar. Estos registros son posibles debido al progreso de la tecnología médica, que facilita nuevos métodos de imagenología para conocer la estructura y el funcionamiento del cerebro humano.

 

La plasticidad cerebral

Martin Seligman, padre de la Psicología Positiva, ha afirmado desde hace más de una década que el optimismo se puede aprender. Esto ahora está respaldado con los hallazgos neurocientíficos de los últimos años, que muestran que los circuitos neuronales implicados en el bienestar tienen plasticidad, así como la habilidad de crecer y cambiar.  Por tanto, podemos enseñar a nuestro cerebro a pensar con mayor positividad y a disfrutar de las emociones positivas por medio de saborear, optar por la empatía y la compasión y entrenarnos en la atención plena. 

 

Las emociones positivas

Davidson y Schulyer proponen que el bienestar subjetivo está relacionado con prolongar las emociones positivas por medio de saborear el momento. En uno de los estudios que realizaron, encontraron que los correlatos neurales de saborear, la habilidad para mantener la emoción positiva por más tiempo, están asociados con actividad constante en el cuerpo estriado ventral y con conexión constante entre las regiones del córtex prefrontal y el cuerpo estriado ventral, mientras que esto no ocurría en las personas deprimidas.  También estudiaron la relación entre la actividad en estas regiones y el córtex dorsolateral  (que se ocupa de la memoria y la atención, así como de la regulación de emociones) y los niveles de cortisol, la hormona del estrés, a lo largo del día. Encontraron que las personas con respuestas más cortas a los estímulos positivos muestran menos niveles de bienestar comparados con personas que tienen una reacción más prolongada a dichos estímulos. Estos hallazgos sugieren que algunos de los obstáculos crónicos al bienestar, como el estrés en una relación marital, pueden minar el bienestar al disminuir específicamente la capacidad de mantener el afecto positivo.

 

La recuperación de la adversidad

Otro de los temas que han estudiado estos investigadores es la resiliencia, es decir, cómo se mantienen los niveles de bienestar elevados a pesar de la adversidad. Sus descubrimientos muestran que se requiere de la estrategia contraria a saborear. Saborear consiste en prolongar las emociones positivas. Estos investigadores han encontrado que la resiliencia es más frecuente entre quienes tienen poco resentimiento o saben recuperarse rápido de un estímulo o emoción negativa. Esta recuperación se observa en la amígdala e implica una adaptación frente a la adversidad. Señalan también que la felicidad es momentánea y de corta duración, mientras que el bienestar es más duradero y se relaciona con la satisfacción vital. 

Otros de los estudios que han realizado se enfocan en la observación de los circuitos neuronales de la empatía, la compasión y la atención plena, los cuales comentaremos en un boletín próximo. 

 

[1] DAVIDSON, Richard J.; SCHUYLER, Brianna S. Neuroscience of Happiness.  en Helliwell, John F., Richard Layard, and Jeffrey Sachs, eds. 2015. World Happiness Report 2015. New York: Sustainable Development Solutions Network.