¿Por qué la curiosidad tiene mala reputación?
En los dos boletines anteriores he hablado de las ventajas de la curiosidad para el aprendizaje y para fortalecer las relaciones interpersonales. Sin embargo,me ha llamado la atención que muchos de los refranes y frases célebres en español no reconocen a la curiosidad como una virtud, sino, por el contrario, la catalogan como un vicio, una conducta no deseable, que debe evitarse. Después de todo, le echan la culpa de haber matado al gato.
Por un lado, el Diccionario de la Real Academia Española define la curiosidad como "deseo de saber o averiguar alguien lo que no le concierne", mientras que en inglés el diccionario Oxford la define como un espíritu de indagación, interés o búsqueda. De acuerdo a estas definiciones, en español la curiosidad es un vicio, mientras que en inglés es una virtud. Una primera pregunta sería: ¿qué implicaciones tiene para la crianza y la educación el hecho de considerar a la curiosidad como vicio o como virtud? Una madre que no desea fomentar la curiosidad dirá frases como: "no preguntes", "no toques", "no te asomes". Una madre que aprovecha la curiosidad natural de los niños acepta las preguntas y respeta sus búsquedas.
Curiosidad en el justo medio
Desde los tiempos de la antigua Grecia, Aristóteles mencionaba la práctica del justo medio. El abuso en la práctica de una virtud la puede convertir en vicio, por ello se debe ejercitar con una intensidad adecuada a la circunstancia. Todd Kashdan, el psicólogo positivo que más ha estudiado esta fortaleza señala: "la extremada curiosidad en el momento equivocado o con la gente equivocada presenta un lado oscuro, destructivo"[1]. Un abuso en la curiosidad puede llevar a una conducta obsesiva, la búsqueda peligrosa de emociones y el entrometimiento nocivo. Como moraleja al cuento de Barba Azul, Charles Perrault escribió en 1697:
La curiosidad empieza,
nos domina, y una vez
satisfecha, ya no queda
de ella siquiera el placer,
pero quedan sus peligros
que has de evitar por tu bien.
Ryan Niemiec[2] investigador experto en mindfulness y fortalezas propone que la atención plena nos puede ayudar a observar si ejercitamos las fortalezas de la manera adecuada, es decir, en el justo medio. La curiosidad en demasía se convierte en entrometimiento. La carencia de curiosidad genera desinterés. El uso de la curiosidad en el justo medio es a lo que se refiere la definición del diccionario Oxford, que mencioné al inicio: un espíritu de exploración, indagación, interés o búsqueda. La curiosidad en el justo medio es el motor de los logros, de los grandes descubrimientos y del aprendizaje a todas las edades, por eso dice otro refrán que sólo nos volvemos viejos cuando dejamos de ser curiosos, es decir, cuando nos invade el desinterés.
La curiosidad y el respeto
Una frase de Horacio aconseja: "Huye del hombre curioso, que es siempre indiscreto o parlero". Los refranes de diferentes países también nos muestran la mala reputación de la curiosidad en el ámbito de la cultura popular. Los italianos dicen: "Quien mete las narices en todas partes, a menudo huele mal". Los árabes sentencian: "El curioso roba tu intimidad sin el riesgo de pasar por ladrón"; los españoles afirman: "Si orejas curiosas no hubiera, malas lenguas no existieran". Todos estos refranes o citas se refieren al abuso de la curiosidad, es decir, al entrometimiento, que además es señalado como fuente de la murmuración. El uso adecuado de la curiosidad requiere también de la fortaleza de la autorregulación, para que no se convierta en una pasión obsesiva. La curiosidad anima el interés en las relaciones interpersonales, pero debe emplearse con prudencia y con bondad, para no faltar al respeto ni a los límites de la otra persona. El novelista portugués Eça de Queirós lo resumió así: "Por un lado lleva a escuchar detrás de las puertas; por otro, a descubrir América".
[1] Kashdan, Todd. Curious? Harper-Collins e-book. USA, 2009