Descubrimientos en tierra conocida
La única manera de tener relaciones cercanas y satisfactorias es con una actitud de apertura e interés. ¿Qué más tengo que saber de ti?
En las relaciones cercanas, ya sea de amigos o familiares, podemos llegar a un punto en el que nos conocemos tanto que parece que ya no hay nada nuevo que descubrir. Esto es especialmente peligroso en las relaciones de pareja, pues como dice el Dr. Tal Ben Shahar, experto en psicología positiva, "lo exótico es erótico", por lo que si no encuentro nada interesante en mi pareja, comenzaré a buscar emociones por otras partes.
La curiosidad es la fortaleza de carácter que nos permite explorar, interesarnos y poner atención en lo que nos rodea. Una persona curiosa no sólo hace preguntas, sino que emplea su capacidad de observación, es decir, mira con atención a las personas, al ambiente, y también, no menos importante, sus propias emociones y pensamientos.
Mantén una actitud de apertura
Todd Kashdan, psicólogo positivo experto en la fortaleza de la curiosidad, afirma que no podemos mantener relaciones satisfactorias y significativas sin una actitud de apertura e interés. Toda nueva amistad o todo romance comienza con descubrir al otro: cuáles son sus intereses, de qué le gusta platicar, cuál es su comida favorita, cómo es su sentido del humor, a qué le gusta jugar, qué libros le gusta leer, qué clase de películas le entretienen, cómo es su familia... Hay mucho por descubrir y eso mantiene el interés. Pero cuando la relación se hace más cercana, comienza la fantasía de creer que ya sé todo acerca del otro. Convierto a la persona en un "caso cerrado" en el que no hay nada nuevo por explorar. Una mal entendida confianza nos lleva a dejar de mirarlo mientras nos habla en el desayuno, por ejemplo, y en lugar de verlo miro el periódico o la pantalla del teléfono. Una mal entendida confianza hace que suponga qué quiere en lugar de preguntarle. La falta de interés puede llevarnos a descubrir lo que afirma Elie Wiesel: "Lo opuesto al amor no es el odio, es la indiferencia".
Los prejuicios ciegan
Una falsa suposición de que lo sé todo acerca del otro me lleva a esperar que esa persona cercana, sea mi hermano, mi mejor amiga o mi pareja, actúe de acuerdo a la imagen que me he formado de ella. Creo una etiqueta para esa persona: "alegre", "divertida", "enojón", "perfeccionista", y reduzco mis expectativas acerca de ella.
Por un lado, el poder predecir la forma en la que una persona actúa elimina mi ansiedad y me permite sentirme seguro para expresar cierto tipo de intereses, actitudes, opiniones. Pero si espero que esta persona siempre actúe de acuerdo a mi expectativa, en realidad condiciono lo que acepto de ella, le quito la libertad de evolucionar, de crecer, de desarrollarse y expresarse con autenticidad.
Las etiquetas y los prejuicios actúan como comodines en la interacción social, pero son una barrera para la cercanía y la intimidad. La curiosidad no se reduce a hacer preguntas para generar conversación, sino, más importante aún, dar al interlocutor la mejor forma de aceptación, que es la escucha y la observación atenta, sin juzgarlo. De esta forma, pasamos de la etiqueta o prejuicio acerca de alguien, a descubrir quién es realmente.
Todo lo que está vivo, cambia
De manera paradójica, cuando hacemos de lado la curiosidad, porque queremos que una relación permanezca como ha sido, la relación se vuelve cada vez más rígida y menos espontánea, lo cual la hace aburrida y la lleva a ser poco gratificante.
Todo lo que está vivo está sujeto a evolución y cambio. Para mantener viva una relación de pareja o una relación de amistad necesito observar y escuchar al otro con interés genuino, sin juzgarlo, dándole la oportunidad de mostrarse de manera auténtica, de crecer y avanzar. La curiosidad es una manera de mostrar aprecio, de decirle al otro: "me interesas, te valoro, eres importante para mí"... ¿y a quién no le gusta sentirse así?