La compasión es una gran herramienta para edificar bienestar en las familias. Es considerada una emoción positiva que nos permite no solo ser empático con el que sufre, sino que nos lleva a la acción: aliviar el dolor del sufriente.
Es acción y, por tanto, está muy vinculada con el amor. A la compasión también la podemos ver como una habilidad que nos capacita para la vida, para llevar bienestar a la familia y al mundo.
Los padres deben permitirse fallar y al mismo tiempo no sobrevalorar las faltas de los hijos. A su vez, los hijos aprenderán a no exagerar cuando sus padres cometen errores.
Saber perdonar y perdonarse a sí mismo es un acto de compasión que permite tener relaciones familiares más sanas.
La pedagogía del bienestar recomienda una crianza indulgente y compasiva. Te recomendamos ver nuestro video “El poder de la paternidad Compasiva” en nuestra plataforma Wellbeing360.tv aquí.
Los niños aprenden que pueden ver a sus padres y a ellos mismos equivocarse sin entrar en pánico, por el contrario, pueden continuar actuando de manera segura, calmada y con el optimismo que pronto se alcanzará la meta.
Recuerda que nadie es perfecto y que los hijos(as) vean en su familia seres bondadosos consigo mismos, sin emitir fatídicos juicios sobre sus propios errores, es mostrar que se hace el mejor de los esfuerzos según la capacidad de cada quien.
En un ambiente así, todos saben que las relaciones no se pueden romper y cada miembro tiene una idea clara de lo que siente el otro.
Los hijos saben que sus padres y madres siempre estarán a su lado, particularmente en esos momentos en que se inician en algo nuevo, lo cual es una sensación de paz y seguridad para ellos.
María Elena Garassini, especialista en estos temas de bienestar y consultora de Tecmilenio, dice que una gran experiencia de la que no deberíamos privar a los hijos, especialmente en su adolescencia, es cuidar a los abuelos y a los hermanos más pequeños.
Es un acto que puede marcar positivamente nuestra vida, afirma. Es un ejercicio natural del que no deberíamos privarnos, pues nos habilita de paciencia, nos enseña a ser cuidadosos y a valorar el cuerpo, y nos quita el miedo a comprometernos y actuar.
Hacer que la familia experimente la compasión ayuda a descubrir qué hace bien cada quién y a poner al servicio de los demás esas habilidades. Pero al mismo tiempo nos hace experimentar bienestar porque sabemos que estamos haciendo el bien al otro, al más próximo, a la abuela, al abuelo, al hermano(a) menor o al sobrino(a).
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¡Construye familias de bienestar experimentando la compasión!