¿Alguna vez pensaste en cómo tus hábitos actuales pueden transformar tu bienestar dentro de algunos años? La etapa universitaria es mucho más que estudio y exámenes; es una oportunidad valiosa para moldear el futuro que deseas y cultivar hábitos que tengan un impacto duradero en tu bienestar.
Cada 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para generar conciencia sobre temas cruciales para la salud global. Este año, bajo el lema “Comienzos saludables, futuros esperanzadores”, nos invita a reflexionar sobre el valor de adoptar hábitos positivos desde edades tempranas.
La etapa universitaria implica diversos retos, como la carga académica o las dinámicas sociales, que pueden influir en la salud mental. Reconocer estos factores es el primer paso para cuidar el bienestar de forma integral y desarrollar herramientas que acompañen a lo largo de la vida.
Según la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (CONASAMA) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan que en México, aproximadamente uno de cada cinco adultos (19.3%) presenta síntomas graves de ansiedad, mientras que más del 30% experimenta niveles moderados o leves.
Desde esta perspectiva, cuidar la salud desde ahora es una inversión a largo plazo. Los hábitos que construimos hoy son la base del bienestar futuro.
La OMS enfatiza que la salud se fortalece a través de acciones cotidianas. Incorporar prácticas sencillas a nuestra rutina puede marcar una gran diferencia:
“La universidad es el momento idóneo para iniciar un viaje de autodescubrimiento. Conocer a fondo el cuerpo y la mente permite tomar decisiones informadas sobre el bienestar integral. Esta conciencia temprana construye hábitos sólidos que se convierten en fortalezas para toda la vida”, comparte Carlos Rubi, director de Salud y bienestar de Tecmilenio.
La prevención es una de las herramientas más poderosas. En la universidad, por ejemplo, la alimentación suele dejarse en segundo plano, aunque influye en la energía, la concentración, el estado de ánimo y la salud en general. Priorizar una dieta sana es una forma concreta de prevención.
Del mismo modo, la salud mental requiere atención. Estrategias como el mindfulness o la respiración consciente fortalecen la mente ante el estrés. Escuchar el cuerpo y las emociones, especialmente cuando hay señales como agotamiento persistente o tristeza prolongada, es parte esencial del autocuidado.
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