Las vacaciones son una de las actividades más importantes de la vida, disfrútalas y aprovéchalas para cuidar de ti. Hemos estado meses frente a pantallas, leyendo, tomando clases, preparando tareas y hasta viendo nuestras series favoritas, con un alto nivel de concentración, lo cual provoca cansancio físico y mental.
Por la noche, la luz de las pantallas del celular nos generan serotonina, una hormona que hace que nuestro cerebro piense que es de día y lo prepare para trabajar, lo cual ahuyenta el sueño y te hace acumular agotamiento. Así que llegó la hora de dejar eso atrás, las vacaciones no solamente son para pasarlas en un sofá, sino para llenarte de actividades que te permitan un descanso físico y mental, llenas de emociones positivas.
Las vacaciones benefician a todas las dimensiones del bienestar, pero nos vamos a concentrar en describir algunas recomendaciones para tres de ellas: la física, emocional y espiritual.
Podría parecer contradictorio, pero la actividad física puede proporcionarte el remanso que tu cuerpo y mente necesitan. Por ejemplo, podrías acudir a un campamento de esos que te hace subir y bajar montes, escalar, sembrar árboles o revolcarte en el lodo, regresas feliz y relajado, aunque te sientas “molido”.
Si vas a un hotel todo pagado, puedes inscribirte a las actividades que más te gustan, o también puedes quedarte en casa y salir al parque a andar en patineta, bici, practicar baile, etc. Mover el cuerpo drena todo el estrés que traemos acumulado.
Si te toca viajar, visita aquellos lugares icónicos: el cerro más alto del estado, pueblos productores de naranja o manzana, lugares donde hacen el mejor vino, miel o queso. Hay mil cosas que puedes conocer en tus viajes.
Otra oportunidad de desconectarnos de las tareas en esta temporada, y no lo olvides, de las pantallas, es llenarnos de emociones positivas. La reunión con amistades, compartir juegos o visitar a familiares que hace mucho no ves, es una oportunidad de retomar relaciones que nos llenan de alegría.
Las relaciones humanas positivas son fuente de bienestar. Tal vez te toca viajar a visitar a tus abuelos(as), tíos(as) y primos(as); aprovecha para estrechar esos lazos, aprender sobre tus raíces y divertirte con juegos de mesa o contando anécdotas en familia.
Si tienes la fortuna de visitar lugares nuevos, en tu ciudad o fuera de ella, abre los ojos y tu mente. En cualquier tipo de paseo siempre encontrarás algo con qué asombrarte y que te harán disfrutar aún más el descanso. Dicen que cuando dejamos de asombrarnos, dejamos de ser felices.
También puedes convertir las vacaciones en un proceso de reflexión y meditación para conocerte mejor. ¿Sabías que las prácticas de mindfulness pueden reducir el estrés en un 30%? (Goyal et al., 2014).
Contemplar la naturaleza, acudir a actividades artísticas o a un templo, te hará sentir mejor. Las vacaciones aumentan las emociones positivas y reducen las negativas, proporcionando una mejora significativa en el bienestar emocional. Además, permiten la recuperación del estrés y la fatiga, mejorando la salud física general.
Como puedes ver, las vacaciones son una inversión en tu bienestar, que te ayudarán a regresar al trabajo o la escuela satisfecho(a) y cargado(a) de energía y de emociones positivas.